El oro y Roma
El oro es un mineral muy codiciado por el hombre por su brillo, pureza, escasez, resistencia a la corrosión y por ser más fácil de extraer y trabajar que otros metales. Apreciado por la mayoría de las culturas desde la Prehistoria, por su relativa rareza, su posesión ha provocado a lo largo de los siglos guerras y grandes hazañas.
Fue sin duda, la civilización romana la pionera en crear un sofisticado sistema de explotación del oro que aplicó especialmente en Hispania, de donde los romanos extrajeron gran cantidad de este metal de las minas españolas, muchas de las cuales hoy día están agotadas. El oro en el Imperio Romano constituía la base del sistema monetario, así, las monedas esenciales en este sistema acuñadas desde época de Augusto (27 a.C-14 d.C) eran el aureus de oro y el denarius de plata. Por tanto, la extracción y control del oro eran estratégicos para Roma.
Los romanos crearon importantes núcleos urbanos en el noroeste de la Península para la gestión y administración de este recurso, como Astorga (Asturica Augusta) o León, cuyo nombre proviene del término legión, destacamento permanente de tropas militares (Legio VII Gemina) que tuvo como misión principal hacer frente a cualquier acto de rebeldía de poblaciones prerromanas que pudiera poner en peligro el flujo del oro hacia Roma.
La explotación del oro a cielo abierto durante casi dos siglos (siglos I y II) transformó la sociedad y el paisaje del noroeste peninsular para siempre, región que es considerada la mayor y más importante área de Europa dedicada a la extracción de oro en época romana.
Formación con depósitos con oro
El oro es producto de una evolución geológica de millones de años. En origen, durante la formación de la Tierra, el hierro fundido se hundió hacia interior para formar el núcleo (capa más interna de la tierra), arrastrando con él la gran mayoría de metales preciosos, como el oro y el platino. De hecho, se cree que hay suficiente cantidad de estos metales en el núcleo de la Tierra como para poder cubrir toda su superficie y formar una capa de cuatro metros de espesor.
Sin embargo, la cantidad de metales preciosos situada en el manto (capa externa de la tierra), es superior a lo que se estimaba hace años y se cree que su estado se debe a una intensa lluvia de meteoritos, alojándose en el manto una vez que su núcleo se había formado. En 2011 un grupo de científicos de la Universidad de Bristol formuló una teoría basada en estudios sobre rocas ubicadas hoy Groenlandia. Los estudios han revelado que seguramente una sucesión de bombardeos de meteoritos, hace unos 200 millones de años (Jurásico), podría ser la razón por la que aún hoy tengamos oro y otros metales preciosos en nuestro planeta.
Una vez formado el planeta, el sustrato rocoso paleozoico se vio sometido a un largo proceso de alteración química realizada por los agentes atmosféricos, bajo periodos climáticos cálidos y en ocasiones húmedos, dando lugar a gruesos mantos de alteración. En estos mantos de alteración, se produjo el lavado de la mayor parte de los minerales, salvo los más estables y pesados como el oro, que se fueron acumulando, formando concentraciones importantes.
Estos procesos tuvieron lugar durante la mayor parte la era Secundaria, al final del cual se produjo el choque de la placa tectónica ibérica con la euroasiática, dando lugar a la Orogenia Alpina, es decir, al levantamiento de los Alpes y en nuestro país, la cordillera Cantábrica y los Pirineos. Este levantamiento tuvo lugar por medio de numerosos cabalgamientos de pequeño desplazamiento que dieron lugar a los relieves que hoy observamos en zonas como los Montes Aquilianos, Caurel o los Ancares.
El relieve del noroeste de península ibérica es la terminación occidental de las estructuras tectónicas alpinas del Orógeno Cantábrico-Pirenaico. Este orógeno forma parte del gran Orógeno Alpino que se extiende desde el Himalaya hasta la cordillera Cantábrica, pasando por los Alpes, y es el resultado del cierre del mar de Thetis (antecesor del Mediterráneo) durante la Orogenia Alpina.
Los Pirineos y la Cordillera Cantábrica son previos a los Montes Galaico-Leoneses, zona en la que nos hallamos. Por tanto los depósitos o sedimentos que se generan por la erosión de estas montañas son más jóvenes a medida que nos desplazamos hacia el oeste (Martín-González et al., 2014).
Nuestra zona está justo al sur de la depresión de El Bierzo, formando parte de los montes galaico-leoneses, en una de las muchas pequeñas depresiones del noroeste de la península, en la que afloran materiales detríticos.
El levantamiento de estos relieves desestabilizó los gruesos mantos de alteración cargados de oro, que se erosionaron a la vez que se levantaban las montañas. El transporte de los materiales erosionados se producía dentro del sistema montañoso a través de profundos cañones torrenciales. Al llegar a la boca de estos cañones, al pie de los relieves, las corrientes de agua dejaban de estar confinadas y con la disminución de pendiente sufrían una pérdida de energía, depositando los sedimentos más gruesos y formando grandes acumulaciones que constituyen lo que se denominan “abanicos aluviales”, los cuales se formaron durante todo el periodo de levantamiento de las montañas que, en esta zona de León, se produjo durante el Mioceno (23-6,5 millones de años) (Martín-González et alii, 2012).
Este es un esquema idealizado de la evolución de los abanicos aluviales que dieron lugar al yacimiento de oro más importante de la Península, Las Médulas, aunque extrapolable a su entorno próximo, como la zona que nos ocupa. En él se observan las diferentes facies que se generan en un abanico al salir de los relieves y cómo la progresión de los cabalgamientos hacia el norte corta los abanicos dejando los depósitos desconectados.
De manera que en lugares formados a lo largo de millones de años se forman concentraciones de aluviones rocosos con diversos materiales, existiendo concentraciones de materiales, entre ellos oro, originado a partir de la erosión de las rocas paleozoicas. La actividad tectónica, posterior al depósito de los abanicos aluviales, segmentó sus afloramientos dejándolos dispuestos en niveles a distinta altura. Esta segmentación y la erosión posterior asociada al drenaje de canales o ríos, hace que aparezcan los afloramientos cenozoicos (de la era secundaria 250-75 millones de años-) dispersos sobre el basamento paleozoico (era primaria -500-250 millones de años-).
Durante el periodo Terciario (75-3,5 millones de años) se erosionaron los materiales y las formaciones rocosas de la orogenia alpina dejando expuestas rocas paleozoicas que contenían oro, es decir, yacimientos de oro.
En definitiva, el oro se encuentra en la naturaleza en vetas de cuarzo paleozoico y en los depósitos de aluviones secundarios como metal en estado libre o combinado. Está distribuido por casi las todas partes de la tierra, aunque en pequeñas cantidades, ocupando el lugar 75 en abundancia entre los elementos de la corteza terrestre.
El oro se halla ligado al sulfuro de hierro, abundante en el silúrico superior (Paleozoico) y el teñido del óxido de hierro, hace que haya materiales con una característica tonalidad rojiza. De manera que dicha tonalidad suele ser sintomática de presencia de pepitas de oro.
En definitiva, el oro puede hallarse concentrado en posición primaria:
- En yacimientos asociados a cuarcitas, calizas y pizarras. No está en estado puro y conlleva un proceso complejo de postextracción para enriquecerlo (trituración, cribado, etc). De este tipo hay numerosos yacimientos en el noroeste peninsular.
- Asociado a rocas intrusivas: con partículas no visibles. Difícil de reconocer. Implica un gran trabajo de postextracción para enriquecerlo. Este tipo de yacimiento se ubica sobretodo en Galicia y Portugal.
O en posición secundaria:
- Placeres (zona de elevada concentración) en ríos actuales: son poco abundantes en el noroeste de la Península, siendo el Sil el más generoso.
- Aluviones cuaternarios: yacimientos consolidados, y fácilmente accesibles.
- Aluviones terciarios: yacimientos no consolidados, difíciles de localizar; exige gran esfuerzo de detección previa (aunque también hay diversos ejemplo en la zona noroeste de la península ibérica.
En Santa Colomba de Somoza, todos los yacimientos de oro son secundarios (consolidados o no), es decir, formados a partir de la erosión, transporte y sedimentación de materiales que afloraron en la orogenia alpina.
Metodología de estudio de la minería
Uno de los grandes aportes para el estudio de la minería, son las fuentes documentales clásicas, que para nuestro caso se basan el dos autores: Estrabón, geógrafo e historiador griego que vivió entre 63 a.C-19 d.C., y Plinio El Viejo, escritor, científico, militar romano y, sobre todo, administrador de minas en su juventud, que vivió entre el 23-79. El primero cita datos de autores previos, algunos que incluso estuvieron en Hispania, como Posidonio y quizás también Polibio en la segunda mitad del siglo II a.C. (Lasserre, 1966: 4-7, Gómez Espelosín 2007: 34-40)
Por su parte, Plinio, es sin duda el autor latino que transmite más información sobre la minería de oro peninsular. Por él se sabe que hacia el tercer cuarto del siglo I la minería de oro se hallaba ya plenamente desarrollada en todo el cuadrante noroeste, tanto en Lusitania como en Gallaecia, y, sobre todo, en Asturia, la principal zona productora de oro del Imperio, con capital en Asturica Augusta (Astorga).
Gracias a esos escritores romanos sabemos que los sistemas de explotación del oro utilizados en esta zona ya se habían utilizado en el sur de la península ibérica. También que las minas de oro del cuadrante noroeste de la Península empezaron a ser explotadas de forma sistemática a partir del final de la conquista de Hispania por Augusto y que a lo largo de la primera mitad del siglo I tuvieron un gran desarrollo.
Toponimia
Otra gran fuente de información es la toponimia, tanto la grafiada en mapas (MTN, parcelarios, planos parcelarios y cartografía histórica -primeras ediciones de MTN-) como la aportada por la tradición oral.
Existen topónimos vinculados con actividades y por ello con posibles significaciones arqueológicas, tales como hagiotopónimos, referencias a construcciones ‑ermita, castillo, hospital, puente, etc.‑, referencias a asentamientos ‑villa, revilla, quintana, etc.‑, o a actividades humanas ‑hoyo, tejar, cenizal, etc.‑.
En el noroeste de León, hay diversos topónimos, estrechamente vinculados al fenómeno de la minería (Ridruejo y Vélez 1974), que sin duda son indicativos de posibles yacimientos arqueológicos:
- Oural: antigua mina de oro, vocablo gallego que viene a significar «lugar reluciente».
- Médula: diminutivo de Meda, que traducido al latín es montón.
- Vallea o vallina: grandes surcos para arrastre
- Tallares: cortado artificial
- Ollero, fuello, o fucarona: hundimiento o recinto cerrado
- Murias: acumulación de canto grueso
- Corona: Castro o explotación aurífera
- Sumido: zona de lavado
- Montefurado: túnel para el paso de agua
Ortofotografía
Otro gran aporte para el estudio del territorio y para el hallazgo de estructuras ligadas a antiguas minas, es la ortofotografía, que en el caso que nos ocupa adquiere gran valor, máxime si tenemos en cuenta que este tipo de yacimientos arqueológicos apenas contienen vestigios arqueológicos, tal y como viene siendo habitual en la mayor parte de los yacimientos sensu stricto, apenas son detectables en superficie y precisamente es el aporte de la fotografía aérea el que otorga indicios sobre grandes remociones de terreno, trazado de canalizaciones, etc.
Prospección arqueológica
Con todos estos ingredientes (fuentes documentales escritas, toponimia, ortofotografía) se goza de una buena documentación previa de cara a llevar a cabo el trabajo de campo, inicialmente mediante una prospección arqueológica. Es decir, que a partir del análisis de un amplio espacio del territorio se cuentan con indicios muy fiables como para llevar a cabo una prospección selectiva de muchos lugares potencialmente ligados a la minería de oro.
La prospección arqueológica es el método de localizar, identificar, delimitar e interpretar evidencias arqueológicas en el medio físico sin provocar actuaciones invasivas en el subsuelo. De manera que el trabajo de campo de una prospección arqueológica tiene por objetivo llevar a cabo un inventario de lugares arqueológicos. En este caso únicamente ligados al fenómeno de la minería, ya sean explotaciones en sí mismas (minas) o zonas de ocupación (castros, villas), es decir, el de aquellos lugares en los que vivían quienes ingeniaron, explotaron y gestionaron este sistema.
Excavación arqueológica
Si la prospección es el método de campo mediante el que aproximarnos a la realidad de yacimientos de oro un momento determinado, la excavación arqueológica, ya sea mediante sondeos de exploración o por intervenciones arqueológicas en extensión, sin duda es el método empírico por excelencia para confirmar los datos de prospección, así como para obtener datos, que a su vez bien pudieran ser cotejados con la documentación escrita en fuentes documentales, como en nuestro caso, las dos obras de los dos autores señalados anteriormente, cerrando así un círculo de investigación que se retroalimenta.
Fuentes documentales y arqueológicas pioneras
El Edicto de Augusto hallado en 1999 en el Bierzo, es un importante documento, que permite saber que ya en el 15 a.C. se había producido una reordenación territorial, con límites bien definidos, de zonas del interior del noroeste peninsular y que incluía cargas contributivas a su habitantes. El edicto está de acuerdo, además, con una serie de disposiciones generales impulsadas por Augusto para explotar sistemáticamente los recursos del Imperio. Ello concuerda con otra serie de inscripciones inmediatamente posteriores (pactos de hospitalidad en bronce), fechados a partir del comienzos del siglo I y que se refieren a mecanismos utilizados por Roma para reforzar el control y el sometimiento de los habitantes.
Estos pactos son un excelente ejemplo del establecimiento de las nuevas relaciones de dependencia de carácter político que favorecieron la orientación de los recursos materiales y humanos al servicio de un ordenamiento social más jerarquizado y de los intereses económicos del estado romano.
Dos de estos documentos han sido encontrados en zonas mineras: uno en el asentamiento de El Picón dentro de la zona minera de Pino del Oro (Zamora) fechado en el año 27; el otro no tiene una referencia de hallazgo tan precisa, pero seguramente fue encontrado en el asentamiento de Monte Cido, dentro de la zona minera de El Caurel (Lugo), y se ha fechado en el año el 28.
Los primeros trabajos arqueológicos que aportaron una serie de asentamientos datados y directamente relacionados con una zona minera fueron los dirigidos por Domergue en la comarca de la Valduerna (León), seguramente una de las primeras zonas en ser explotada por los romanos, ya que se halla muy próxima a Asturica Augusta (Astorga), la urbs magnifica considerada por Plinio El Viejo el gran centro de la zona minera del noroeste peninsular.
Estos trabajos se vieron completados un poco más tarde con los llevados a cabo en la sierra del Teleno, donde también se excavó un asentamiento. También trabajos de investigación desarrollados en la Valdería y La Cabrera (León), comarcas situadas inmediatamente al sur de la que aportaron sobre todo la posibilidad de comparar el modelo de ocupación de la zona en época prerromana y romana.
Al respecto, citar que se tiene escasa constancia de explotaciones de oro prerromanas (en general, ubicadas en Galicia y Portugal). Por su parte, el vocabulario minero romano apenas adopta vocablos prerromanos, los cuales, si existen, se pueden deber al hecho de que la mano de obra era los habitantes indígenas.
La zona de la Valduerna y las cuencas de los ríos inmediatos por el norte fueron objeto de un trabajo posterior de Almudena Orejas (1996), que llevó a cabo un estudio integral de la ocupación y explotación del territorio entre la Edad del Hierro y el Alto Imperio.
No podemos dejar de citar la zona de Las Médulas, la mina de oro romana de mayores dimensiones de las hasta ahora conocidas y donde se han excavado también diversos asentamientos tanto de época prerromana como romana.
Por su parte, la zona que nos ocupa fue estudiada por Carro y Luengo en el primer tercio del siglo XX. El primero excavó la villa romana de El Soldán y, el segundo, varias explotaciones en Rabanal del Camino. La obra de este último fue ampliada por Domergue en los años 70 del siglo XX y posteriormente por Orejas (años noventa y primeros años de la actual centuria) aportando esta última una visión global de la minería y el territorio. Finalmente, el último gran aporte vino de la mano de Sánchez Palencia, quien ha trabajado este fenómeno desde los años 80.
El primer asentamiento ocupado fue la Corona de Quintanilla (Teleno), fechada a partir del 15 d.C. Otro gran trabajo arqueológico es de finales de los años noventa del pasado siglo en la sierra de la Peña de Francia (Salamanca), donde se investigaron dos zonas mineras muy próximas, la Zona Arqueológica de Las Cavenes y la Zona Arqueológica del Pinalejo-Tenebrilla. En la primera de esas zonas se excavó un asentamiento, La Fuente de la Mora, datado entre 15 d.C. y finales del siglo II.
Más al oeste, ya en territorio portugués, la zona sin duda mejor estudiada en su conjunto es la de Jales–Tresminas (Vila Pouca de Aguiar), donde se han realizado trabajos desde los años ochenta hasta la actualidad.
Por su parte, los sistemas de explotación de minas de oro en el noroeste peninsular han especialmente estudiados por los equipos de investigación de Domergue y Sánchez Palencia en España y los de otros investigadores como Wahl y Martins en Portugal.
De manera general, gracias a todos estos trabajos, contamos con una información muy completa de la minería del oro en época romana en la cuenca noroccidental del Duero, hasta el punto de poder afirmar que es seguramente la zona con minas de oro romanas mejor estudiada hasta ahora en el noroeste peninsular.
Resumiendo…
En definitiva, del análisis de este fenómeno en diferentes zonas, se concluye:
- Que una de las primeras zonas explotadas en época romana fueron el norte de Portugal y sur de Galicia.
- Que cronológicamente el fenómeno de la minería de oro se extiende desde las últimas fases de la Edad del Hierro (siglos III a.C.–I a.C.) hasta finales del siglo II o comienzos del III cuando se abandonan los trabajos.
- Que las vías romanas XVII, XVIII, XIX y XX, contribuyeron a consolidar de manera rápida los trabajos de explotación. Todo apunta a que la Via Nova (vía XVIII del itinerario de Antonino, de Braga a Astorga -210 km- construida en época Flavia -último tercio del siglo I), fue el medio de penetración para poner en practica la explotación generalizada del noroeste de la Península, especialmente de El Bierzo y Maragatería, al sur del mismo.
- Que a comienzos del siglo I comenzaron las grandes explotaciones romanas, tal y como apunta Domergue por varios yacimientos estudiados por él, como la villa de El Soldán (en la cuenca del Turienzo) y por extensión, otros yacimientos de El Bierzo.
- Que de manera generalizada, a partir del siglo I se obliga a la población a dejar de habitar en castros. Aunque hay casos contrarios, en los que los castros, por su ubicación estratégica y a medida que las explotaciones remontan cuencas fluviales, se convierten en lugares de hábitat de nueva planta (castro minero), como en el Castro de Corporales, sin tradición prerromana y desde donde se controlan los yacimientos del norte de la sierra del Teleno; el este de la Valdería y el oeste de la Cabrera. Este tipo de castro, contemporáneo de las explotaciones mineras es muy abundante en León. De ellos, algunos de ocupación temporal, dadas las malas condiciones de vida y de explotación (sierras de Ancares, Courel, y Teleno). Aunque si las condiciones lo permitían, existían campamentos base como la villa de El Soldán, donde es muy probable que viviera el procurator metalorum, el jefe administrativo del momento en la zona, designado por el procurator per Asturiam et Gallaeciam, residente en Astorga, la capital. La itinerancia de la mano de obra prerromana hizo que pervivieran sus formas de vida y que se prolongara su integración en el sistema romano.
- Que la gran concentración de numerosos yacimientos en la cuenca noroeste del Duero (se conocen unas setenta minas en los valles Argañoso, Jerga, Turienzo, Duerna y Jamuz) tuvieron en las cercanías su hábitat (siglos I y II) y fueron fruto de la política administrativa de Asturica Augusta, capital de la zona.